I. La revolución de amor.
El que lee Los Evangelios, y se mete de lleno en ellos, se da cuenta y capta que Jesucristo fue un revolucionario, revolucionó la ley (tenía a los fariseos locos, desquiciados, trastornados).
A la postre enseñó y dijo que: la ley se cumple en un solo mandato: AMAR. (aún a los enemigos).
¿Sencillo?
No.
Amar no es sencillo, no es sencillo amar a los que nos aman y nos cuidan.
Es menos sencillo ( o mas complicado) amar a nuestros enemigos, y bendecir a los que nos maldicen. Esto sí que nos revoluciona el alma, y hasta revuelca nuestro espíritu. Casi inaceptable.
II. Llamó a los suyos, para amar, para revolucionar con un amor que trasciende.
¿Cómo que amar, y bendecir, a los que nos odian y hacen todo lo que pueden por vernos mal?
Este mandato es como la ley, muy rigurosa para hacerla cumplir.
Este mandato no es para seres humanos, este mandato ya es para seres espirituales, para esos que caminan y andan en el espíritu.
Eso, Jesucristo era un ser espiritual, y por eso, no todos le seguían, ni le siguen, ni le obedecen.
¿Alguien ama a su enemigo?, y le hace el bien a quien le aborrece?
Si es un "Si" la respuesta, entonces llámase: espiritual.
Si es un "No" la respuesta, entonces llámase: ser humano en carne y hueso, incapaz de dar un paso a la revolución del amar a los enemigos.
De locos, así trastornados quedaron los fariseos, ante tanta revolución.